Juan
Manuel Gámez Andrade
Cronista
de Tehuacán
Crónicas de
El próximo viernes se cumplirán 99 años de la iniciación de la
revolución armada en nuestro país, en la cual por la defensa de ideales y
esperanza de cambio en todos los ámbitos nacionales, se derramó mucha sangre.
Hoy, a casi un siglo de aquel cruento movimiento, con tristeza observamos que
las vidas sacrificadas y los afanes de aquellos miles de compatriotas parecieran
ser que fue en vano. Para honrar a estos mártires les presento a continuación
mi trabajo de investigación sobre los acontecimientos suscitados en Tehuacán
durante el mes de octubre de 1914.
El 21 de octubre de ese año más de 800 hombres armados y a caballo,
comandados por Higinio Aguilar irrumpieron en la población de Tepanco,
saqueando comercios, allanando casas particulares y destrozando los muebles de
las oficinas públicas; el alcalde Antonio Camarillo avisó a Tehuacán que los
rebeldes habían amenazado con hacer lo mismo en esta ciudad, por lo que de
inmediato se dio la voz de alarma.
En tanto aquí los elementos del 16º Cuerpo Explorador amenazaron con
dejar sin protección a Tehuacán, si no les pagaban sus sueldos, además de que
al irse saquearían los comercios. Ante lo grave de la situación el general Juan
Lechuga, quien fungía como jefe de armas de esta plaza, y los representantes de
los comercios locales, acordaron otorgar un préstamo de 400 pesos diarios a los
soldados para no dejar a la ciudad a merced de los rebeldes que ya se acercaban
peligrosamente por el rumbo de Tepeteopan.
El Capitán Juan
Lechuga, Jefe de Armas de Tehuacán en aquel cruento ataque no pudo con los
revolucionarios y optó por huir de la ciudad, dejando a sus habitantes a merced
de la soldadesca que saqueó comercios y todo tipo de latrocinios.
Al día siguiente, o sea el 22 de octubre, a las 7:45 horas, más de
milhombres encabezados por los ex federales Higinio Aguilar, Benjamín Argumedo,
Juan Andrew Almazán y José Trinidad Ruiz, arribaron a terrenos de la Hacienda de San Lorenzo y
se esparcieron por toda la zona incluyendo al entonces pequeño pueblo de
Teotipilco; a los pocos minutos de desató nutrido combate contra las fuerzas
del general Juan Lechuga que tenían la encomienda de resguardar a esta ciudad.
Media hora después, los rebeldes pudieron avanzar y llegar hasta la
estación del ferrocarril, que se convirtió en escenario de cruenta batalla que
se cargó a favor de los rebeldes al tener notoria superioridad sobre los
escasos 200 soldados rurales y un puñado de civiles que se vieron obligados a
participar para defender sus vidas y su patrimonio.
A las 10 de la mañana hubo un cese al fuego, pero no duró mucho, ya que
una hora después se reanudaron las hostilidades colocando los rebeldes dos
ametralladoras en la esquina que hoy forman las calles hoy llamadas 1 Poniente
y 4 Sur, disparando contra las torres de la Parroquia , actual
iglesia Catedral, desde donde un puñado de civiles respondía débilmente;
también había francotiradores apostados en la iglesia del Carmen, en la azoteas del almacén el Puerto
de Barcelona y de la casa del comerciante español, don José Manuel Ostolaza
ubicada donde está el edificio que ocupó el cine Santander.
El sistema de defensa que implementó el general Lechuga sólo abarcaba
las calles 2 Poniente, Avenida Independencia Poniente, 1 y 3 Poniente; por tal
motivo la resistencia duró muy poco y cerca de las 12 del día, por la calle 1
Poniente entraron a caballo los jefes rebeldes Argumedo, Aguilar, Almazán y Ruiz
llevando a la vanguardia los clarines que tocaban la Marcha Dragona y
una pequeña escolta. Minutos más tarde
el saquea se generalizó en las principales casas de comercio del centro,
aprovechando que el general Lechuga y sus hombres habían huido de la ciudad con
rumbo desconocido.
A las 3 de la tarde de aquel 22 de octubre los rebeldes reunieron en el
Casino a las personas más acaudaladas e importantes de la ciudad para exigirles
100 mil pesos a cambio de detener la depredación. Resaltó la actitud del señor
Manuel Haza Rubio quien ofreció todo lo que había en su almacén La Barata , ubicado en el
portal Hidalgo, “para que no le siguieran causando mal a los comerciantes, ni
siguieran haciéndole daño a Tehuacán”. Pero los generales ex federales se
negaron a aceptar dicha propuesta y sólo dejaron en libertad a los comerciantes
retenidos en el Casino cuando éstos pagaron 20 mil del total que exigían.
A las 20 horas el panorama del centre de la ciudad era verdaderamente
desolador; las calles del poniente presentaban un dantesco aspecto con
cadáveres regados sobre la 1 y 3 Poniente los rebeldes sin importarles pasar
sobre los inermes cuerpos continuaron con sus actos de pillaje, leva de jóvenes
tehuacaneros y secuestro y ultraje de mujeres.
Esa noche nadie durmió en Tehuacán, ya que unos se escondían temerosos
de ser asaltados o asesinados, otros buscaban a sus familiares y amigos
desaparecidos, y unos cuantos recogían en carretas los cuerpos esparcidos por
las calles.
Al día siguiente, 23 de octubre, a las 12 horas, Higinio Aguilar exigió
al presidente municipal de Tehuacán, don Mariano E. Domínguez, la entrega de
200 mil pesos por abandonar la plaza o de contrario iniciarían el fusilamiento
masivo de un grupo de comerciantes que aún mantenían encerrados en el Casino.
Con grandes esfuerzos el alcalde logró reunir 27 mil pesos que al ser
entregados a Aguilar, éste burlonamente dijo que después los devolvería “ya que
sólo se trataba de un pequeño préstamo”.
Antes de retirarse, por el poniente de la ciudad, los rebeldes colocaron
más de 60 cadáveres en unos vagones aparcados en el patio de la estación del
ferrocarril, prendiéndoles fuego y poniendo en circulación la máquina que en su
loca carrera volcó metros adelante. Nunca se supo la identidad de los cuerpos,
aunque los revolucionarios aseguraban que todos pertenecían a sus filas, se
aseguraba que unos 20 eran de civiles que vivían en la ciudad. También los
hombres de Higinio Aguilar quemaron los vagones cargados con mercancía, entre
la que había decenas de pares de zapatos, mismos que fueron saqueados por un
señor de apellido Lezama que era de oficio zapatero remendón.
El 24 de octubre el alcalde Mariano E. Domínguez rindió el parte de los
hechos ocurridos dos días antes, el cual a letra dice: “A las 7 y 45 minutos de
la mañana del día 22 se pusieron en contacto las fuerzas que guarnecían esta
ciudad con las hordas que comandan los ex federales Benjamín Argumedo, Andrew Almazán, Higinio Aguilar y otros, en
terrenos de la
Hacienda Grande , a 3 kilómetros de
distancia de esta misma cabecera, en número de más de mil hombres
aproximadamente, entablándose un reñido combate en que tres veces fueron
rechazadas, hasta que por falta absoluta de parque tuvieron que replegarse los
soldados de la guarnición, dando lugar a la invasión de esta plaza por las
expresadas hordas, no sin que hayan sufrido algunas bajas de consideración,
entre ellas la de un Mayor de apellido Reséndiz, un capitán 2º de apellido
Padilla; se ignora el número total de bajas porque, aprovechándose de sus elementos
y de otros los sepultaron en el mismo campo de batalla. Dentro de las víctimas
de la lucha se encontraron siete personas de los no combatientes y dos heridos,
aunque no de gravedad. Incontenti, procedieron al robo y latrocinio de las
casas de varios comerciantes, como son las de los ciudadanos Félix Paredes,
Mariano Ruiz tirado, Melesio Herrera Alvarado, Reynaldo Reyes, Willebaldo Gómez
Castro, Isabel Macedo Popoca, Camilo Galicia Luna, Luis G. Contreras y la casa
de empeño de Gil y Contreras; los comercios de los españoles José Arsuaga,
Ricardo González, Manuel Haza, Coronas y Benito, Saturnino Díaz, Guillermo
Marín y otros. Además de las sastrerías de Joaquín Galindo, José Flores y
Francisco Altamirano; las talabarterías de Benjamín Castillo y Julio Rodríguez
y otras muchas casas particulares, en cuya ingrata tarea las hordas
aguilaristas ocuparon toda la tarde y parte de la noche, pues el asalto se
consumió a las 11:45 de la mañana, durando el combate cuatro horas
consecutivas, incendiando después varios carros del Ferrocarril del Sur, en los
que se dice fueron incinerados los cadáveres de sus soldados, para ocultar sus
bajas, pues incendiaron los mencionados carros remolcados en dos máquinas locas
que despacharon una rumbo a Esperanza y otra rumbo a Oaxaca, y delas cuales por
las pronunciadas curvas que hace la vía, se volcaron a corta distancia. A las
primeras del día 23 iniciaron su retirada las fuerzas del expresado Aguilar y
compañía, reclutando gente a la fuerza y llevándose a los doctores Alfredo
Iglesias y Francisco Quevedo, regresando a esta ciudad esa misma tarde el
primero e ignorándose qué suerte haya corrido el segundo. Ya al salir estas
hordas incendiaron toda la estación del ferrocarril con todas sus dependencias,
carros y depósitos de petróleo, inclusive las bodegas que contenían mercancías
depositadas en gran cantidad, así como la oficina del Express que sufrió
grandes pérdidas”.
Por su parte el ayuntamiento informó que se habían recogido 42 cadáveres
de civiles muertos en los trágicos hechos del día anterior; 39 fueron
sepultados en una zanja abierta ex profeso en el panteón municipal y al resto
en criptas del mismo camposanto. La recolección de cuerpos se realizó en una
góndola que fue montada sobre los rieles del tranvía que corría a El Riego, la
cual realizaba su macabra tarea recorriendo varias calles levantando muertos,
para irse a estacionar en la esquina de la hoy 3 Poniente y 2 Sur, de donde
eran conducidos en carretillas hasta la necrópolis municipal.
El alcaide de la cárcel pública informó que durante la toma de la ciudad
las hordas aguilaristas atacaron por sorpresa este lugar y se llevaron a los 35
hombres y 2 mujeres que purgaban distintas condenas; Carrillo añadió que los
siete guardias que custodiaban la cárcel nada pudieron hacer para evitar la
acción de los rebeldes.
A las 5 de la tarde del día 24 de octubre arribó nuevamente a Tehuacán
el general Juan Lechuga al mando de un contingente con 45 hombres a caballo; a
su llegada la gente de Tehuacán comentó: “el general Lechuga huyó cuando más lo
necesitamos y ahora regresa ya que nadie lo necesita”.
Esta fue la crónica de un evento sangriento que hasta la fecha ha sido
el más trágico para Tehuacán en cuanto al número de víctimas, ya que
oficialmente se dijo que fueron 42 civiles muertos por 60 de los rebeldes; en
total suman 102, aunque la cifra seguramente fue muy superior por los motivos
ya expresados líneas arriba.
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